A mí nunca me toca nada, la buena suerte no va conmigo y no estoy acostumbrada a eso de ganar sorteos o premios. Pero esta vez fue diferente y Movistar me regaló tres entradas para asistir al preestreno (uno de tantos) del musical El Rey León, en el teatro Lope de Vega, el pasado viernes. ¡Una verdadera suerte!
Desde la entrada ya se puede empezar a sentir el espectáculo. Decorados y animación al más puro estilo africano, con un pequeño rey león que se fotografía con los asistentes y regalos de pañuelos con print de leopardo para "disfrazar" al público. Pero cuando se apagan las luces y se escuchan las primeras voces es cuando comienza lo realmente bueno. Empieza la historia de Disney.
Sin duda, lo mejor de todo el musical es el inicio. Un verdadero despliegue de personajes, disfraces, voces y tematización que parece difícil de creer. Las interpretaciones y las coreografías responden a las grandes espectativas creadas en los espectadores por la publicidad y los medios de comunicación. Que han hecho creer que ir a ver este musical es algo imprescindible, mágico; casi celestial. Y verdaderamente es algo inigualable.
Hay momentos de verdadero éxtasis en que el espectador se encuentra envuelto en un remolino de colores, formas y animales humanos muy bien tratados. No hacen falta disfraces con pelo, ni imitar las formas exactas de un cuadrúpedo para hacer sentir que estamos en la sabana.
Aunque, como suele pasar siempre, también hay momentos con algo menos de calidad e intensidad y que, quizá, podrían haberse trabajado más.
Lo importante es que no falta ninguno de todos los animales que hacen que la historia de Disney sea lo que es. Están los malos, los buenos, los simpáticos, los carismáticos, los salvadores, los secundarios y, entre ellos, las risas y los aplausos del público lleno del júbilo y la emoción que desde siempre ha creado El Rey León.
Desde la entrada ya se puede empezar a sentir el espectáculo. Decorados y animación al más puro estilo africano, con un pequeño rey león que se fotografía con los asistentes y regalos de pañuelos con print de leopardo para "disfrazar" al público. Pero cuando se apagan las luces y se escuchan las primeras voces es cuando comienza lo realmente bueno. Empieza la historia de Disney.
Sin duda, lo mejor de todo el musical es el inicio. Un verdadero despliegue de personajes, disfraces, voces y tematización que parece difícil de creer. Las interpretaciones y las coreografías responden a las grandes espectativas creadas en los espectadores por la publicidad y los medios de comunicación. Que han hecho creer que ir a ver este musical es algo imprescindible, mágico; casi celestial. Y verdaderamente es algo inigualable.
Hay momentos de verdadero éxtasis en que el espectador se encuentra envuelto en un remolino de colores, formas y animales humanos muy bien tratados. No hacen falta disfraces con pelo, ni imitar las formas exactas de un cuadrúpedo para hacer sentir que estamos en la sabana.
Aunque, como suele pasar siempre, también hay momentos con algo menos de calidad e intensidad y que, quizá, podrían haberse trabajado más.
Lo importante es que no falta ninguno de todos los animales que hacen que la historia de Disney sea lo que es. Están los malos, los buenos, los simpáticos, los carismáticos, los salvadores, los secundarios y, entre ellos, las risas y los aplausos del público lleno del júbilo y la emoción que desde siempre ha creado El Rey León.
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