Ése cosquilleo en el estómago, ésa necesidad de alguien, esos momentos de pasión, el deseo de posesión, la complicidad y la felicidad constante que nos da el amor es igual a los 18 que a los 40. Y es que dicen que el amor no tiene edad. Se hacen las mismas locuras en la adolescencia que en la madurez. Y el sufrimiento que, inevitablemente, le acompaña; también es el mismo.
En la historia de Álex (Raoul Bova) y Niki (Michela Quattrociocche) se cumple todo esto. El publicista de éxito cae rendido ante una joven estudiante de Bachillerato que no cumple aún la mayoría de edad. Atrapado por su frescura y sus ganas de vivir llega a arriesgar su puesto de trabajo pero, a la vez, se sumerge en un mundo nuevo de aventuras y emociones desconocidas en sus antiguas relaciones. Aunque, como no todo puede ser bonito, las desconfianzas y las dudas creadas por la diferencia de edad juegan sus papeles y crean algunos baches que hay que sortear.
Acompañados de un reparto típico de amigos tópicos a ambos lados -con los fieles, los atrevidos, los tímidos y los mediocres,- su historia de amor es tan increíblemente perfecta y, en demasiadas ocasiones tan forzada, que lo que esperamos que sea un bonito cuento de hadas llega a convertirse en una auténtica pesadilla azucarada que nos satura con tanto sentimiento de amor verdadero y triunfante.
Demasiados besos, demasiado cariño, demasiadas palabras de amor. La película es fiel a la novela de Moccia, y no nos sorprende ni siquiera con un pequeño detalle; algo que nos haga soñar con que el final puede ser diferente.
Perdona si te llamo amor hace las delicias de las adolescentes soñadoras y seguidoras del famoso escritor italiano que sabe cómo endulzar los sueños de cualquiera que espere encontrar a su media naranja a la vuelta de la esquina. O, en este caso, a su medio terrón de azúcar.
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